Eso me preguntaba mientras veía el repelente partido del domingo. Jugadores que deambulan aburridos por la cancha, distanciados entre sí. Con más delicadeza que ganas. Más sutileza que deternimiento. Más fineza que crudeza. Faltan huevos. Falta Boca. Y no queremos seguir viendo esta escena que se repite constantemente. No queremos ver a nuestro Boca encaminarse por este equivocado sendero. Recordamos a Boca. Lo recordamos con decisión y perfección. Sabemos qué es, y quién. Y esto no le corresponde. Miembros carecientes de emoción hacia la camiseta no pertenece a la logia bostera. Acá faltan soldados de Boca, que estén decididos a dejar todo por honrarle lo suyo al Xeneize y demostrar que siempre estuvieron a la altura de vestir su camiseta. Cuestión que, pronto, terminaría en agradecimiento mutuo. Pero no. Las cosas cambiaron, las acciones también. Personas que generan asco, al menos en lo futbolístico. Juego coqueto pero no del que nos gusta a nosotros, ese que nos identifica, ese que apelamos a concederle la expresión "a lo Boca".
Dónde están los guerreros? Samuel, Serna, Bermúdez, Giunta, Schiavi, Krupoviesa, Ibarra... ¿dónde quedaron sus herederos? ¿O el árbol genealógico murió así sin más? Dependemos de un pibe de 19 y un señor de 35, que fue criticado por millones hace unas semanas y ahora es el salvador de todos aquellos. Hipocresía. Soñamos con encontrar al correcto. Aguerrido, férreo, inamovible y decidido. Acá todos caminan con eufemismos. Hacen caños para que la hinchada coreé "Ooooole" en lugar de hacer un pase que te cambie el partido. Necesitamos más Riquelme y menos caralindas. Más Blas y menos promesas incumplidas que yacen en el ambiente del olvido.
Las palabras afuera sobran. Queremos reacciones que nos demuestren que, poco a poco, se van adaptando a la general idea con respecto a la expectativa que desprende la camiseta que incapaces visten. Menos quejidos y más meter la patita. Sin suplicar, porque Boca no va a caer tan bajo para hacerlo. Acá no se ruega. O se siente la casaca o no se siente. Es fácil. El que no la sienta, ya sabe dónde terminará después, y seguramente se hará una idea de qué club le interesa para ir a parar. El que sí la siente, que lo demuestre con hechos. Queremos sangre. Queremos barro. Lastimaduras sin sollozos, cicatrices sin lloriqueos, terminar lesionado por tirarse al piso y encajarle una patada al rival, y no porque se le canta a uno. Imitar a las estatuas del museo boquense. Seguir la pasión, el canto que emana el hincha, y no agradecerle con la prensa, sino, en la cancha. Queremos menos jugadores... y más guerreros. Entréguense. Si no salen campeón, el hincha agradecerá al menos que conciban sus vidas por los colores, y no que acumulen impotencia con sus vagas participaciones. Más Boca. Y nada más. Nada más.
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