Selasa, 22 April 2014

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¡Eterna locura

¡Que no se apague la bengala, señor! ¡Esto no termina acá! Fíjese, el referí pita el silbato, y los jugadores se adentran a los vestuarios, ¡pero la fiesta continúa! ¡Hoy, mañana, siempre! ¡Somos Boca, señor, cante con nosotros! Tome, acá tengo una bengala más, aférrela como si de su alma se tratase, no la suelte por nada del mundo, que entre la oscuridad, esta es nuestra única luz. Observe la luna. ¿No le parece hermosa? La NASA te la pinta de blanco, ¡pero es dorada! ¡Amarilla, bañada en oro, como la franja que surca el campo azul en la camiseta que llevamos ambos puesta! ¿La ve con atención? ¿Se da cuenta de la coincidencia? ¡El cielo es azul, también! Linda combinación, ¿no le parece? Y hasta que la luna ilumine, y el anochecer la custodie, esta locura seguirá inexorable. ¡Álce la bengala, señor, que se va a prender fuego la casaca! ¡Bien en alto! Y ahora, ¿se da cuenta de lo que emana de ella? No es humo, no es ningún producto artificial que padeció ante la mano del hombre... ¡Es nuestro espíritu, nuestro corazón permanente, su palpitar constante, el delirio que perdura! ¿Advierte cómo se adhiere a la oscuridad del cielo, impregnando el aire, estando entre nosotros, obligándonos a hincar la rodilla ante su frenesí? ¡Nos vuelve locos! ¡No la suelte! ¡Agárrela con determinación! ¡Sirvámos a lo indescriptible, que después de estas paredes, nos confundimos entre lo marchito y perdido de la humanidad! ¡Este es nuestro mundo, acá permanecemos! Alce la mirada. Más allá de su bengala. ¿Visualiza a la luna, una pelota amarilla en medio del azul? Y se va deslizando ante la eternidad, ¿lo ve? Se escapa de nosotros, pero vuelve, siempre vuelve. No puede ser de otra forma. Pero, ¡mire bien! Ahora la sustituye otro dios. El sol. Brilla, con más intensidad que a la que sustituyó. Amarillo. Oro. Siempre así. Y el cielo se tiñe de un azul más piadoso, azul francia si quiere llamarlo con criterio. Pero, aún así, los colores se mantienen: azul y oro. Por la eternidad. ¡Su bengala no brilla más! ¡Es el día, el atardecer nos quema el cuello! ¡Las volutas de humo no destellan entre la oscuridad, porque ésta se consumió! El sudor recorre su frente. Siente la garganta seca, de tanto gritar amor, de tanto cantar aliento. Así que, con suavidad, con respetuosidad, quítese la camiseta. ¡Con cuidado, dije! Así, muy bien. Y ahora, con brusquedad pero cariño (contradictorio para quien no sea digno), ¡flameéla! ¡Como si de una bandera de tratara! ¡Representa su latido sentimental, sus emociones inexplicables, ríndale honor! El escudo susurra entre la confusión de colores azules y amarillos. ¡Y dése cuenta de dónde se encuentra parado! ¡Está en la Bombonera! Fíjese la arquitectura, el diseño, el césped verde, los colores, estudie todo, que no se lo olvidará jamás. Esta es su casa, éste es su paraíso. La representación física de sus sentimientos desconocidos e insostenibles. ¡Pero no deje de agitar la camiseta! ¡La fiesta no termina, le dije! Y ahora, si es digno lo verá... ¿Se da cuenta de entre quiénes están? No, no nos encontramos solos... 


Somos millones. Somos hermanos, familia, sangre compartida, sueños difundidos, miradas cruzadas, pensamientos en segundo plano, sentimientos como escudos. Escuche su corazón. Y ahora, escuche el corazón de todos. Sí, es unísono. Un pálpito cronometrado. Compartimos vida, compartimos muerte. Compartimos todo. Nuestra esencia, nuestra persona. Somos uno afuera de acá, pero todos adentro. Y todos somos uno. Su lugar en el mundo. ¿Es cristiano? No me lo diga, no hace falta. La religión de cada uno de nosotros es irrelevante. ¿Cree en la reencarnación? ¿No? No tiene importancia, porque muertos todos volvemos acá. Todos somos dignos. Advertirá, seguramente, que usted no es el único que sacude su camiseta. Todos lo hacemos. Inclusive yo. Y el sol se esconde, nace el crepúsculo, amanece la noche, la luna se impone, y sus estrellas titilan. Vuelve lo de antes, lo de siempre. Aquí tiene su bengala, permítame que se la prenda. Ahora, álcela bien en alto. Que la bengala acompañe la noche. Y grite. Cante euforia. Este pueblo siempre es feliz. Póngase nuevamente la casaca, con orgullo, bese el escudo, sienta los colores. Y acostúmbrese, que de esto no se escapa. Somos sirvientes, fundamentalistas de lo olvidado, las pasiones desconocidas. Siempre será así. Boca siempre será así. Usted, yo, eternamente así. La muerte es una fantasía. La vida también. Esto es lo único que existe. Y esto, no muere nunca.
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