Jumat, 06 September 2013

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El último superclásico

"River, decíme qué se siente, haber jugado el Nacional...". El cántico empreñaba el ambiente en aquella Bombonera palpitante (como es su costumbre). Eran más de 50 mil locos, que se trepaban al alambrado para bajar rápidamente, como si repentinamente se acordasen de que no era momento para colgarse ni hacer tanto escándalo. Y es que "La 12" prometía algo interesante, sin duda, como contragolpe a aquella tarde en el Monumental cuando los hinchas de River inflaron un chancho con la camiseta de Boca y lo hicieron flotar por encima de la cancha, sin saber que luego la hinchada de Boca tomaría ese chancho, lo colgaría en su tribuna, y, con orgullo, entonaría: "El chancho no desciende".


Íbamos perdiendo 1 a 0 en nuestra cancha, pero antes de que termine el primer tiempo, Boca había empatado el partido. ¡El festejo de la hinchada de Boca! Parecía caerse de la tribuna, y se asemejó a una ola gigante de un mar azuldorado que repentinamente se había desbordado. Pero pasado los minutos, se tranquilizaron (bueno, si a eso se le puede decir 'tranquilizar'...) y cantaron como todos los partidos. El cántico seguía siendo el mismo: "River, decíme qué se siente...".

Terminó el primer tiempo, y al arranque del segundo, la cancha se inclinó a favor de Boca. Era cuestión de que se nos dé una oportunidad para definir, porque dominábamos de gran manera con toda esa hinchada atrás empujando... Pero no llegó la oportunidad, porque el River de Ramón Díaz se escondió, prácticamente (así como lo hizo ayer frente a San Lorenzo por la Sudamericana) en el arco y jugó a defender. En uno de esos desbordes de Boca (ya comunales, por el poco práctico River que se dejaba dominar), un jugador de River cayó al piso sin razón aparente y Ramón Díaz estalló con el árbitro, Delfino: "¡Eso es tirolibre! ¡Lo bajaron!". 

Delfino no prestó atención, e hizo una seña para que el partido continuase sin interrupciones. Sin embargo, el terco Ramón siguió protestando (y más que seguro se le habrá escapado un insultito), haciendo que el árbitro se encamine hacia el riojano y lo mandara fuera de la cancha. 

"¿Yo?", le preguntó Ramón a Delfino, alzando las cejas, "¡pero si yo no dije nada!". El árbitro, con rostro irrefutable, se mostró inamovible y extendió el brazo hacia las tribunas, pidiéndole que abandone la cancha. La risa de Ramón fue fría, y antes de salir de la cancha, le extendió el dedo pulgar al sector donde se ubicaba la hinchada de River, como diciéndole que todo estaba bien. La hinchada de Boca, que hasta entonces había estado disfrutando del enojo de Díaz, se alzó imperiosa. Y entonó: "Voos sos de la B, voos sos de la B...". Ramón Díaz estaba surcando la cancha, custodiado por un puñado de policías, y al escuchar lo que decía la hinchada de Boca, esta vez se dirigió a ella: "¿Yo, de la B? No, yo no soy de la B. Yo no descendí". Lo dijo sonriendo, sin saber que ese gesto haría que muchos hinchas de Boca (y hasta hinchas de River) se cuestionaran de qué equipo era hincha... Y claro, si él no había descendido, era indudablemente hincha de Boca. 

Cuando el técnico de River abandonó la cancha, el cántico seguía: "Vooos sos de la B, vooos sos de la B". Y siguió unos minutos más... hasta que la hinchada de Boca calló. Guardó silencio.

— ¿Qué pasa? —se preguntaban los hinchas de Boca que miraban el partido por televisión—. ¿Por qué dejaron de cantar?


El árbitro también pareció extrañado... O confundido... Ya que pitó el silbato e hizo un gesto: "Esto así, no se puede". Los jugadores tanto de Boca como de River se dirigieron a su encuentro, pidiéndoles una justificación. Como respuesta, Delfino señaló las tribunas... y fue entonces cuando la cámara enfocó a "La 12".

El silencio había sido consecuencia de la acción. El hincha de Boca estaba organizado, sabía cuáles eran sus tiempos, y luego de lo de Ramón Díaz trepó el alambrado, entre humo azul y dorado. El humo ascendía en la tribuna -en las tribunas, ya que el humo invadía la cancha-, y muchos hinchas de Boca trapaban el alambrado. Y seguían entonando: "River, decíme qué se siente...". Marcelo Araujo, relator del partido, chillaba para tapar aquél estruendo, pero las cámaras le jugaban en contra, y revelaban aquella locura bañada en bengalas. "... haber jugado el Nacional...". Los hinchas de River, que ya habían guardado silencio tras el gol de Boca, parecían teñirse de violeta por la vergüenza. No se movían. El país permanecía quieto, contemplando a la hinchada de Boca. "..., te juro que aunque pasen los años, nunca nos vamos a olvidar...". El cántico ascendía hasta el cielo, para convertirse en volutas que se confundían con las nubes. "... que te fuiste a la B, quemaste el Monumental, esa mancha no se borra nunca más...". El silencio de los hinchas de River se compensaba con ese grito que quería parecer un cántico. Ya era un grito encolerizado: "¡Che gallina sos cagón, le pegaste a un jugador, qué amargos los Borrachos del Tablón...!".

Jugadores de Boca como 'Pol' Fernández u Orion se reían o trataban de contener una sonrisita. Pero la fiesta del hincha de Boca, a pesar de estar empatando de local y estar quedando en los últimos puestos, no paraba, y no paraba. Marcelo Araujo trataba de hablar lo más alto que se le podía concebir, para tratar de acallar la hinchada de Boca. Claro, no pudo con sesenta mil locos, que seguían con las bengalas en alto, que inhalaban humo azul dorado, el humo de sus almas. 

Unos hinchas de Boca se habían colgado en el alambrado al mismo tiempo, y extendieron el brazo hacia abajo, hacia los demás hinchas, como pidiéndoles algo. Y éstos le tendieron una bandera, bandera que luego desenvolvieron a lo largo del alambrado los hinchas colgados. Cuando la dejaron colgada, se corrieron a un costado y siguieron con su fiesta. Las cámaras enfocaron la bandera, con la leyenda que decía: "TE FUISTE A LA B POR PUTO Y CAGÓN".

El hincha de River hervía de bronca, pero el resto del país se reía. ¡Era un descanso! El cántico seguía, y cuando parecía que paraba, seguía el doble de fuerte. El tradicional entonces: "River, decíme qué se siente...". Pero, de un momento para el otro, los cuatro sectores de las tribunas (sí, hasta los de los palcos) enmudecieron, para luego susurrar de forma unísona: "Buuuuuuuuu". El fantasma de la B estaba presenciando ese partido, y se bufaba de River. Como todo el país. Otra vez los hinchas de Boca imitaron al fantasma más temido por los hinchas millonarios: "Buuuuuuuuu". Marcelo Araujo parecía estar a punto de susfrir un infarto; al menos, eso hacía creer con sus grititos chillones. 

Los policías entraron a la cancha... para quedarse boquiabiertos ante tantos locos. 60 mil locos. Sensatos, se pararon sobre el césped, y contemplaron aquella fiesta, así como el resto del país, impotentes. Las bengalas se iban apagando, pero los gritos, nunca. El árbitro estaba entre suspenderlo o seguir los diez minutos que quedaban. Los petardos caían en la cancha, uno cerca de Barovero, que se llegó a chamuscar las cejas. El sentimiento le había ganado al resultadismo. La Bombonera bailaba, las gallinas lloraban. La Boca estaba de joda, todo el año era carnaval...
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